Epístola al silencio
A mi virtuoso señor
11 -09-2010
Tiempo de reflexión
Te parecerá extraño te escriba y es porque siempre me he sentido atraída por tu amorosa quietud. Te he amado en dolor, por vivir en un mundo abrumado por el ruido y no tener tu refugio, como mi hogar.
Tal vez sea imperativo, tenga que sufrir a mares, antes de encontrarme con tus bondadosas caricias. Estoy consciente, somos nosotros los seres humanos, los que controlamos nuestras vidas y que ofrecemos a los demás hermanos con ella, pero en tu confianza creo encontraría mi suplica.
He tenido que subir a una montaña muy alta, para ver el amor que posees en tu intima estancia. Yo debo darme reposo, sosiego, que tanto añoro y adéntrame en su altar con infinita paciencia.
Yo se al entrar en tu amada presencia, seria como una oración, donde podría escuchar a la naturaleza en toda su frecuente discreción. Mirar el cielo y descubrir su mudez, con todas sus estrellas y la luna en un círculo de su afonía misteriosa, deslumbrándome.
Quiero sepas, mi señor asceta, estoy en constante ebullición, inclusive en los momento trato de conectarme contigo. Mis dedos parecen aves en vuelo y mi mente poblada trata de concentrarse y se pierde con el bullir de mis pensamientos. Estar en tu poder, seria una ansiada constancia, que no aprendo y darme paz, es un trabajo que no logro aunar. Aun vivo en un mundo material, sin lograr renunciar.
Te he sonreído, muchas veces, pero tu paisaje resulta lejano e inmerso en la circunspección y mi lluvia conflictiva de pesares y sufrimientos, están en constante compañía y las lámparas encendidas de la ciudad, no me deja entrar en tus dominios y mis pensamientos se vuelven disparatados, oscuros, hacia un ensordecedor quebranto.
Me gusta recordar tu autobiografía, mi hidalgo penitente, cuando dices ser de sangre solidaria, de ciudanía introspectivo, en lo referente al ideario, pluralista, por vocación perteneces al mundo, en lo que se refiere a tu alma, pertenece a Dios.
Para mi eres un legado que pertenece a cada ser, porque puedes abrir tus puertas en tiempo de pobreza y en violencia.
Como testimonio, no padece de muerte natural, porque tu corazón es ganador de lozanías de horizontes incalculables.
Tienes mensaje a todos tus seguidores, posees el más amplio paisaje de contrición, rebeldía, como de humildad y recogimiento.
Dejas palabras y pensamientos a tu haber.
Alegría, confesión, esperanza, oración y silencio. Pobreza de espíritu, solidaridad, sufrimiento, vida, vocación, reconciliación y mucho amor para dar.
Además tienes un concilio que no posee horarios, ni fechas de vencimiento y los temas son abiertos para cada individuo acoger.
Es por eso cuando entro en los muros de tu obediencia y me doy pausa contigo, se atizan mis grandes malentendidos y siento eres el amigo, que jamás traiciona y la mentira se vuelve verdad.
¡Gracias por gritar en mil lenguas!
Patricia Araya
2 comentarios:
Qué hermoso texto, como siempre Pat un gusto y un placer leerte...
Besos
Me ha resultado placentera la lectura, amiga. Beso
José Valle
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